HIPÓLITA.-Es extraño, mi Teseo, de lo que estos amantes hablan.
TESEO.- Más extraño que verdadero. Nunca he podido creer estas antiguas
fábulas, ni estos cuentos de hadas. Los amantes y locos tienen cerebros
así de hirvientes, fantasías de tales formas que provocan aprehensión
más de lo que la fría razón alguna vez comprendió. El lunático, el
amante y el poeta están pletóricos de imaginación. Uno ve más demonios
que lo que el vasto infierno puede albergar; ése es el loco. El amante,
igual furioso, ve la belleza de Helena en la frente del egipcio. El ojo
del poeta, en un bello loco rodar, va del cielo a la tierra y de la
tierra al cielo, y, según recrea la imaginación las formas de cosas
desconocidas, la pluma del poeta luego las convierte en figuras y da a
la nada un lugar en el espacio y un nombre. Tales trucos usa la fuerte
imaginación que, si no hiciera más que recibir alguna alegría, daría
forma al creador de esa alegría. ¡En la noche, imaginando algún temor,
qué fácil se puede suponer que un arbusto es un oso!
Shakespeare, W., El sueño de una noche de verano & La fierecilla domada, Traducción: Cristina María Borrego, Edimat, Madrid, 1999, pp- 72-73.
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